HISTORIA DEL RÍO DOURO
Hay varias explicaciones para el origen del nombre «Douro». Una leyenda dice que era costumbre ver rodar pequeños guijarros relucientes, que resultaron ser de oro. Algunos dicen que el nombre se debe al color fangoso de las aguas del río, consecuencia de la gran cantidad de escombros que las inundaciones arrastraron por las laderas y que por ser de un amarillo vivo le daban un color dorado. Pero todavía hay quienes defienden que este nombre deriva del latín "Durius", es decir, "Duro", debido a la dureza de sus tortuosos contornos de escarpes altos y rocosos.
El río Duero nace en la Serra de Urbión, en el norte de España, a 2000 metros de altitud. Es el segundo río más grande de Portugal con una longitud total de 927 km; en territorio portugués, este río tiene solo 210 km de longitud y es navegable a lo largo de este recorrido, gracias a las cinco presas que hoy en día también son un atractivo por su desnivel. La presa de Carrapatelo tiene un desnivel de 35 metros, una de las mayores diferencias de Europa.
Fue este río, en tiempos muy estrechos y peligrosos, el que trajo prosperidad a la región, ya que a través de él se transportaba el preciado néctar, el Vino de Oporto. En siglos pasados este río representó un desafío y un peligro para quienes lo navegaban. Estaba lleno de cadenas muy fuertes y piedras sumergidas. En ese momento, solo un pequeño bote de madera, el Rabelo, podía navegar por estas aguas y transportar el vino desde el valle del Duero hasta la desembocadura, en cuyas orillas se encuentran las ciudades de Oporto y Vila Nova de Gaia.
El río Duero es un río internacional que nace en las cumbres de la cordillera Urbion, en la provincia de Soria, España, a una altitud de 2.080 metros y recorre aproximadamente 850 km hasta su Foz, en la ciudad de Oporto. Es el tercer río más grande de la Península Ibérica, con una extensión en territorio portugués de unos 210 km.
Hoy en día, es un río muy tranquilo, completamente navegable. Pero en el pasado, el río Duero era extremadamente violento. Los fuertes caudales, las rocas que sobresalen, las curvas cerradas y la alta pendiente del río lo hacían muy peligroso y prácticamente indómito.
Los primeros intentos de desbloquear la navegabilidad del río comenzaron a mediados del siglo XVI. Sin embargo, fue solo en 1791, con la eliminación del Cachão da Valeira, que el Alto Duero se abrió a la navegación fluvial.
El Cachão da Valeira era un obstáculo natural infranqueable que dificultaba enormemente la navegación por el río Duero. Se trataba de una formación granítica que provocó una especie de presa en el cauce del río, de la que caía el agua desde una altura de unos 15 m. Los barcos remontaron el río desde Foz do Douro, en Oporto, solo hasta el estrecho desfiladero de Cachão da Valeira, lo que les impidió navegar río arriba.
A finales del siglo XVIII, la reina D. María I hizo demoler esta roca. En este sentido, se llevaron a cabo cientos de explosiones de dinamita por debajo de la línea de flotación, lo que permitió ensanchar el cauce del río.
Pero la demolición de Cachão da Valeira no fue suficiente para calmar la furia de las aguas del Duero. El río todavía estaba enojado. Al pasar por esta zona, recordamos a dos de las figuras más famosas de la historia del Duero y el Oporto: D. Antónia Adelaide Ferreira y Barão de Forrester.
El 12 de mayo de 1831, ambos partieron en un barco rabelo desde Quinta do Vesúvio, por D. Antónia Adelaide Ferreira, hacia Régua. Sin embargo, al pasar el Cachão da Valeira, el pequeño barco rabelo sufrió un naufragio. Cuenta la leyenda que Ferreirinha se salvó gracias a sus voluminosas faldas, que le permitieron flotar y llegar a la orilla del río de forma segura. El barón de Forrester terminó ahogado por el peso del cinturón con dinero que llevaba consigo.
Solo en el siglo XX, con el aprovechamiento hidroeléctrico del Duero, fue posible regularizar el curso del río. Con la construcción de presas, a partir de la década de 1960, se crearon grandes embalses de aguas tranquilas, que llegaron a incentivar la navegación recreativa y la pesca deportiva. Entonces se puede decir que el río fue domesticado definitivamente.
Así, se construyeron cinco presas a lo largo del curso del río Duero en territorio portugués. Con estas construcciones, puede garantizar una navegación fluida y segura.